Levedad. Un día de malos sueños y lo tremenda que es por detrás la vida. Lo deprimente que puede ser levantarte con cualquiera, tu marido, a las 8 de la mañana y tener que salir con la tostada quemada en la boca. Correr a toda prisa para no perder el autobús, olvidar el tiempo nuevo y tragarte la tostada. 
Rituales y destino, la comida pegada en el fondo de la olla y todos los cafés prometidos. Atasco, Pedro Sánchez llorando por Susana Díaz, no funciona la calefacción del coche y empieza a llover dentro de tu cabeza.
Discoteca, falsa seguridad.Te agachas, subes hacia arriba, perreas hacia abajo, la idea que tienes de baile. Más tios. Arriba, abajo; arriba, abajo. Dos ibuprofenos. Sin hambre, una gripe de 3 días de caballo, en la cama hasta olvidar el balcón.
Distancias y las mismas melodías. Nos acariciamos déspotas y ahí está el remordimiento. Mejor no me llames que intuyo la impedancia. Hoy hay carne, y huele a quemado en el asador. Que guapo estás cuando se te olvida que existes y no piensas.

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